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Sentimientos, reflexiones, historias y opiniones del viaje que es la vida.

abril 11, 2004

Lecturas 

10.04.04 Jirafa leyendo

Hace doce años leí este libro. No sé si porque lo leí a mil por hora (me lo habían prestado sólo unos días y no, no soy lectora rápida), porque en ese tiempo era una niña, totalmente una niña y no lo entendí. Luego leí otros libros de este mismo autor. Uno me gustó, el otro me entristeció mucho, pero ya no quise leer más nada de él, a pesar de ser uno de los autores más admirados de la lengua castellana. El año pasado leí un libro de otro autor, que recién falleció, y alguien me dijo que la forma en que escribe este autor se parece a la del primero. El libro que leí el año pasado me encantó. Y ahora, después de haber leído ambos libros, reconozco que sí, se parecen un poco.

Este libro que estoy terminando de leer ahora, un amigo me lo recomendó diciéndome que si quería entender por qué los hombres actuaban como actúan al terminar una relación, leyera ese libro. Me intrigó su punto de vista y como casualmente me regalaron el libro hace poco, decidí leerlo. Y creo que tiene razón, hasta cierto punto. Conozco a muchos entes del sexo masculino que reaccionan de la misma forma que el protagonista del libro: huyen. La mayoría de hombres cuando terminan una relación se enfrascan en el trabajo, buscan otra mujer, beben, hacen mil cosas para no pensar (ni sentir) acerca de lo sucedido. Para después toparse a la mujer de la que huyeron (y que muy probablemente los adoraba) en cada esquina, en cada sueño y en cada mujer que se encuentran por la vida; incluso en cada visión. No puedo generalizar: hay algunos –pocos- que sí sufren por lo sucedido, hacen su duelo, lo elaboran, lo dejan ir e incluso, unos cuantos pueden ser amigos de sus ex. Las mujeres, generalmente pero no siempre, sufrimos más las rupturas: nos aferramos a veces a la idea de quizá, algún día, lloramos, lo hablamos con las amigas, a veces hasta terminamos yendo a terapia, lo elaboramos, vivimos el duelo y lo dejamos ir. Algunas podemos ser amigas de nuestros ex. Otras buscan otro hombre para llenar el vacío, no piensan en ello, reaccionan enfrascándose en el trabajo, pero son las menos.

El libro me encantó. No sólo por su manejo del lenguaje (no soy filóloga, ni sé mayor cosa de literatura ni de arte, pero me encanta el lenguaje per se, me mueve algo por dentro), por su planteamiento del mismo, por la estructura del libro, por su anti-psicología que termina siendo bastante psicología, por la historia o mejor dicho, las historias. Por todo. Estoy enamorada de ese libro. Además, me siento identificada un poco bastante con los personajes centrales. O mejor dicho, con el personaje central masculino y el femenino, que no es central ni protagonista del todo, pero sin el cual no existiría el libro. Con el masculino me identifico porque, al igual que yo, se vive haciendo “bolas”, relajos mentales metafísicos, y por su deseo de tamizarlo todo a través de la razón y al mismo tiempo, dejar la razón de lado y obviarla de la vida. Con el personaje femenino me identifico por su forma de ser distraída, por su ignorancia de tantos temas sesudos e intelectuales, por su simpleza que no encajaba en su círculo de amigos intelectualoides (pero ella quería encajar). El libro me encantó. La niña ha muerto. En mujer se transformó.

Cada vez estoy más definida en lo que hago. Y creo dejaré la literatura en serio para los que sí saben y pueden. Lo mío es puro hobby. Pero no dejaré de escribir, igual. Porque me gusta hacerlo, aunque no sepa nada de filología, literatura, arte ni sea una intelectual. Estoy muy consciente de mis limitaciones. Y de mis atributos. De lo que valgo.

Por eso mismo, no volveré a escribir a gente que no aprecia el valor de las personas ni su solidaridad. Cuando fue lo del once de marzo, le escribí a varias personas conocidas mías (algunas a quienes ha considerado amigas) que residen o tienen familia en España, solidarizándome con ellas. Sólo tres respondieron mi mensaje. En estos tiempos, la solidaridad ya no vale para nada. Bueno, si en los tiempos de Mafalda no valía, ahora menos. No lo volveré a hacer. No vale la pena solidarizarse con nadie. Total, quién se solidariza con nosotros, habitantes del tercer mundo? Y no por lástima o cargo de consciencia, sino por simple solidaridad de ser humano.

“Only the fire borned understand the blue” Carl Sandburg

Todos los sistemas de creencia, aunque no los tengamos establecidos, aunque no creamos en ello, son sólo explicaciones para comprender el mundo. Puntos de vista. Ninguno mejor ni peor que otro (mientras no se traten de imponer a otros, se usen como punto de partida para sentir superioridad de cualquier tipo, se usen para avasallar, atacar o justificar guerras y muertes). Cada uno descubrimos el propio y lo proclamamos como el verdadero. Y le tenemos tanta fe porque nos ha movido por dentro, porque quizá nos ha cambiado, porque nos ha dado otro punto de vista, porque nos ha salvado del sistema anterior que quizá era dañino para nosotros o nuestro entorno, porque creemos o necesitamos creer que nos salva del vacío. The blue. Sólo se entiende después de haberse quemado. Tao, ateísmo, cristianismo, zen, estar “in”, ser intelectual comprometido, ser ecologista, practicar new age, ser científico, ser ama de casa, ser buena mujer de su casa, ser políticamente correctos, ser anarquista, ser resentido social, ser derechista, “creyente y decente”, ser un buen ciudadano, ser un filósofo, ser burgués o lumpen o proletario, ser rockero, ser punkie, ser pop; ser. Creer que se es. Sólo explicaciones ante la nada. La Nada. Al final es lo mismo. Sólo matices de lo mismo. Sin tener nunca La Respuesta. La Verdad. Todo es relativo. Leer capítulo 63 y 71 del libro mencionado. Más claro no puede estar. Al menos más claro para mí. Y luego, creer que lo que se cree es “lo correcto”, lo que nos salva, y que los demás están equivocados, mirándolos con lástima, cólera o franco desprecio por su ignorancia. A veces me gustaría poder tener fe, fe. Creer realmente en algo y dejar de buscar, de preguntar. Callarme y no complicarme tanto la vida. Admiro aunque sean simples y ovejas, y no se cuestionen nada, a las mujeres que son felices creyendo ciegamente en que Dios las protege y Jesús las ha salvado. Al menos, no se complican la vida más de lo que esta ya es. O quizá no lo sea y de tanto darle vuelta a las ideas sea yo quien la complique. Siempre lo he pensado. Quizá todo es mucho más simple de lo que parece. Namaste.

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