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Sentimientos, reflexiones, historias y opiniones del viaje que es la vida.

septiembre 17, 2004

Continuación... 

Guate. 09.04.09 JIrafa continuando...
3. Flores a Guatemala: Todas las veces que he hablado del país, ha sido siempre para mencionar la violencia, la inequidad, el machismo, el desempleo y los bajos salarios, el atraso, etc. Pero no es sólo eso. De lo contrario, no habría personas queriendo vivir aquí o buscando la nacionalidad en este país. Algo bueno tiene que tener, no? Creo que lo primero es su gente. Sí, a pesar de tanto sufrimiento, es gente sencilla, hospitalaria y platicadora. Siempre vas a encontrar quien quiera ayudarte (a veces, aunque no sepa cómo). Si buscas una dirección, y la persona a quien se la preguntas no conoce, quizá te diga un sitio que no es (intentando ayudarte…) o te acompañe a buscarla. Y van a compartir lo poco que tengan contigo. Te van a contar de su vida e historia. Y van a reír contigo, no de ti. Eso sí, en comunidades indígenas cerradas, es probable que no encuentres mucha apertura, hasta que te acepten (si lo logras). De eso se quejaba un amigo holandés que estuvo trabajando en un área indígena. De eso y de que las mujeres no hablaban con él. Nunca comprendió que las mujeres indígenas educadas tradicionalmente, no suelen hacerse amigas de los hombres. No es bien visto. Sin embargo, siempre encontrarás una sonrisa. Aún entre los niños y adultos que viven en el basurero.

Quizá no seamos muy parranderos o fiesteros como en otros países. Después de tantas dictaduras lo de salir de noche todavía no termina de llevarse. Y ahora, por la violencia y la delincuencia, es peligroso. Sin embargo, hay sectores en todas las poblaciones urbanas con vida nocturna: bares, discos, teatro, música, danza, restaurantes... Si no te gusta el cigarro, pues estarás bien aquí pues son pocas las personas que fuman (+/- 15% de la población). De hecho, está mal visto por todos los sectores, se asocia a vicio, perdición y alcoholismo. Lamentablemente las religiones han cumplido su tarea de adoctrinamiento y satanización en ese punto (como en tantos otros, y han sido favorecedoras de la doble moral que se maneja acá en temas de sexualidad, por ejemplo). Y no es que abogue por el tabaquismo, pero me desagrada que se le vea mal porque “es malo” o “es pecado”. Se encuentran más fumadores entre los jóvenes universitarios, algunos intelectuales y entre las personas de mayor poder adquisitivo. El tabaco es caro.

Otro punto favorable es que aquí convive de todo: puedes ir a una iglesia en Chichicastenango en donde afuera los sacerdotes indígenas queman incienso y pom elevando oraciones a los dioses ancestrales y adentro se celebra una misa. Unos metros más allá hay una iglesia evangélica y después, una secta de mormones. O sea, hay para todos los gustos. Y existe también un movimiento tibetano, algunos seguidores de doctrinas de India (yoga por ejemplo), creciente práctica de Tai-chi, y por supuesto, ateos; sobre todo entre los intelectuales. Hay diversidad en todo. Por ejemplo, además del castellano coexisten en este territorio 22 idiomas mayas, el xinca y el garífuna. Existe una riqueza de culturas, cosmovisiones (no la típica postura occidental, son totalmente diferentes, pero han sido desvaloradas y la mayoría de no indígenas las desconocemos) y formas de pensar, que lamentablemente, no hemos sabido valorar ni aprovechar. De hacerlo, se enriquecería mucho nuestra vida individual y social, siento yo. De hecho, la multiculturalidad y la diversidad de idiomas se ha tomado como un factor de atraso por unos sectores y se ha polarizado la sociedad en dos: indígenas, con los peores indicadores de salud, educación, ingresos y desarrollo y no-indígenas (que incluye a indígenas que no se consideran indígenas y han perdido idioma y vestuario, mestizos, descendientes de europeos o gringos y extranjeros que viven aquí), con mejores oportunidades, y usualmente habitantes de cascos urbanos. Esta división se inició desde la época colonial. Cuando se mantenía a los indígenas en “pueblos de indios”, trabajando la tierra para cosechar para el autoconsumo y para tributar. O trabajando la tierra de encomenderos y de criollos (descendientes directos de españoles). Llevamos ya cuatro siglos en esto, y quienes detentan el poder no quieren (y según ellos, no les conviene) que la estructura se modifique pues tienen en la población indígena, mano de obra muy barata que no protesta por las injusticias. Pero… las cosas están cambiando, gracias a Dios. Y si se quiere insertar al país en un sistema de libre comercio, tiene que permitirse el desarrollo de todos los sectores de la población, pues la idea es comprar y vender, no? Y ¿qué puede comprar una familia con uno o dos dólares al día?

Luego, están los paisajes y el clima. Sé que hay lugares hermosos en muchos lugares del mundo, que cada lugar tiene su encanto. Pero, me decía una belga que he conocido, que el verde de acá es un verde intenso que ella no había visto en Europa. Y el clima. Si te gusta el calor, te vas a los pueblos que están sobre el Atlántico o el Pacífico. Si te gusta el clima templado, hay muchos lugares en donde estar. Y si te gusta el frío, pues te vas a Xela, Cobán, Huehuetenango o Quiché, a las áreas montañosas. Independientemente de la época del año que sea. Siempre encontrarás (a no ser que vengas en plena época lluviosa o tormenta tropical) un lugar soleado por acá. No hay inviernos duros, grises, de meses. Hay lagos, ríos, lagunas, bosques, montañas, playas, áreas semi-desérticas… Siempre encuentras un poco de azul, mucho verde y muchos colores en las flores, las hortalizas, las frutas y en la indumentaria de las personas indígenas. Es un país lleno de color. No es gris, marrón, ocre o brumoso. A pesar de tanta inequidad y tanta muerte, la vida se abre paso y explota en las pupilas con miles de colores. Y los no indígenas también usamos colores. Incluso en la ciudad. La moda siempre está matizada por cuestiones económicas (pocas personas pueden andar 100% a la moda) o culturales. Aunque con la globalización y las maquilas, es muy común encontrar ropa “uniforme” en todos lados. Desde la ropa carísima de Max Mara hasta la barata que venden en mercados y puestos ambulantes: pantalones de cintura baja, sandalias, puntas de aguja en tacones y punteras. Abrigos y ropa de invierno, obviamente no. Sweaters a lo sumo. No se acostumbran ni para diciembre-febrero (los meses de más frío) en las regiones montañosas con menores temperaturas durante esa época(a veces 1 ó 2 bajo cero; usualmente 2-4 grados).

Y el clima ¿Influye en el carácter de un pueblo? Siempre lo he creído. Mi hermano también. Definitivamente influye en la riqueza de la tierra. Hay todo tipo de verduras. Los licuados de frutas (novedosos para los europeos, que los gringos suelen consumirlos un poco más por la influencia latina) son baratos. Según el lugar, puedes tomar un licuado de papaya con leche desde Q5.00 hasta Q25.00 (el cambio está a casi ocho quetzales por un dólar). Con tres dólares puedes comprar una gran variedad de verduras y frutas para preparar un almuerzo completo para cuatro personas. Claro que cuando una familia tiene ingresos de dos dólares o menos (que es la definición de pobreza del BM), da igual que todo sea aparentemente tan barato. Y entre el 57% y el 80% de la población, (según la región, pero sobre todo en el área rural y de mayoría indígena) cae en este nivel de ingresos. La carne, leche y huevos sí son un poco más caros (0.75-1.00 dólar el litro de leche). Hay ventas de fruta por todos lados. No son recomendables por la forma antihigiénica en que son preparadas (eso explica la alta prevalencia de enfermedades gastrointestinales), pero son coloridas. Es bueno que vendan frutas; el problema es que no hay reglamentación, vigilancia ni control del nivel higiénico de las ventas. Hay frutas y verduras todo el año, aunque siempre existen las temporadas: justo ahora estamos en temporada de manzanas, peras, duraznos, pero siempre hay de las otras frutas. Muy jugosas, coloridas y naturales. No son frutas de invernadero, estandarizadas, pálidas y enormes. Hay muchas frutas y vegetales, incluso algunos que no se cultivan en otros sitios (como suele suceder). Hay una biodiversidad muy rica. Y bosques. Muchos bosques: tropicales, lluviosos y de transición. Por algo los náhuatl le llamaron a Guatemala como le llamaron: significa “lugar de árboles”. Creo que esas son las mayores virtudes de mi país. Somos muy ricos. Ojalá aprendamos a manejar, cuidar, valorar y aprovechar tanta riqueza. Por eso es paradójico que haya niños que mueren de hambre.

4. Un amigo dice que soy una defensora acérrima de la amistad. Me lo dijo pues le conté que me alegraba porque un amigo común de ambos, tiene una novia (hace tres años ya) que es extranjera. No, no lo digo por malinchista. Es que él tenía un fan’s club que andaba detrás de él y se fingían sus amigas, para ver si lo conquistaban. Pues no, ni eran sus amigas, ni lograron su meta. Quizá sólo una o dos de ellas sí lo fueron. (Pero él mató la amistad, por cleto. Esa es otra historia...) Desde que se hizo novio de esta chica, todas sus “amigas” desaparecieron del mapa. El amigo que me dijo “defensora de la amistad” me decía que claro, están celosas. Y le argumenté que por qué, si supuestamente eran sólo sus amigas… Me molesta que se le llame amistad a cualquier cosa. O por lo menos, especificar y ser sinceras: “fulanito es un chico que es medio mi amigo porque me gusta…” Si de una amistad surge luego una relación amorosa, pues qué bien, me parece fantástico. Es mi forma predilecta de inicio de relaciones de pareja: a partir de la amistad. Pero no me cuadra eso de fingir amistad exclusivamente para acercarse al chico a ver si se logra algo con él. Eso es ser hipócrita porque al final, no te interesa el chico como persona, su riqueza interna, su forma de ser, conocerlo, quererlo enriquecerse la vida mutuamente, sino acercarse hormonalmente a él. Y no es que esté en contra de lo hormonal… ¡Para nada! Pero no es necesario fingir cosas que no se sienten ni jugar con la amistad. Un proverbio griego dice: “El que deja de ser amigo, nunca lo ha sido”. O sea, ha sido mentiroso consigo mismo o con la persona a la que fingía amistad. En fin, este chico de la novia extranjera es mi amigo. Y ella también. Y no es que yo sea el ejemplo de la amistad o no haya fallado como amiga. Lo he hecho… En dos ocasiones (con dos chicas), por mentirme a mí misma. En otra, por no comprender a tiempo que el chico no era amistad lo que quería; luego me enojó mucho eso y me porté ruda con él. En otra ocasión, no supe ayudar a una amiga. Y herí a otra por decirle la verdad. Tanto que se vengó duramente tiempo después. Así que si a amigas que fallan vamos, tengo mi historia… Y bueno, siento que la amistad es una forma asexuada de amor. Muy valiosa e importante en mi vida, que vale la pena para ser cultivada, cuidada y rescatada.

Por cierto, he estado pensando en esto: Tanto hablar. Tanta palabra. Ojalá se presentara una oportunidad para probarme. Para probar si en verdad pondré en práctica todo lo que digo/pienso/escribo. Acerca de la amistad, del amor, de la vida, del dolor. Porque “no es lo mismo hablar de ella que verla venir”, decía mi abuelita. Hablar o escribir es fácil. Las palabras se las lleva el viento. El papel (la pantalla, en este caso) aguanta con todo. Puedo cantar canciones, hacer actos heroicos en un momento de pasión, realizar las declaraciones de amistad o promesas de amor y demostraciones públicas de afecto más llamativas o evidentes… Pero si en el día a día no amo, si cuando las cosas se ponen difíciles pierdo la fe, me harto, me decepciono y me doy la vuelta, cuando más me necesitan… ¿De qué sirvió tanta palabra y manifestación apasionada? José Martí dijo: “¿A qué palabras en tiempo de hechos? Hacer es nuestra forma de decir”. Y creo que está en lo correcto. Así que ojalá… Seré paciente. Tengo fe. Ojalá se me presente la oportunidad de enamorarme y de volver a amar. No importan los riesgos. No importa mi corazón remendado y cicatrizado. Si está así es porque ha vivido. ¡Cuantas promesas se rompen…! De amistad, de amor, de solidaridad. ¿Por qué se rompen? Quizá se hicieron al calor de la pasión, sin pensar en lo que implicaba, o quizá se hicieron sólo por cumplir; o se creyó una capaz de cumplirlas, pero las fuerzas no bastaron. Dios me conceda la oportunidad de volver a amar. Y de no prometer ni hablar tanto, sino de actuar, de amar. Es una plegaria que nace desde el fondo de mi corazón. (08.09.04)

1. Películas que dejan huella (recién vistas):
a. Belleza americana: La primera vez que miré esa película, lloré viendo las hojas haciendo pequeños remolinos sobre la acera. Me encantó el monólogo que el chico sostiene mientras le muestra esa grabación a su enamorada. Es un retrato de algún sector de nuestra sociedad. El monólogo que sostiene el protagonista al final, cuando se va alejando de su calle, es encantador. Esa película me encantó desde que la vi en el ’99 (o en el 2000?). Fui con dos parejas de amigos, y sólo a mí me gustó. No entiendo por qué. La fotografía es buenísima. El guión, la realización y las hojas… ¡Ah, las hojas! Un día venía en el auto con mi hermano y miramos unas bolsas plásticas arremolinadas, girando. Me recordé de “Mariposa Technicolor” de Fito Páez. Y de Belleza Americana. Mi hermano me dijo: “Mirá, como en Belleza Americana”. Y los dos sonreímos y no hablamos el resto del recorrido. Fue algo muy bonito.
b. Las horas: Recuerdo que cuando miré esa película la primera vez, lloré, lloré y lloré (bueno, en ese tiempo ese era mi estado habitual…). Hoy 12 de septiembre la he vuelto a ver. No he llorado. Me gustó mucho la primera vez. Pero me gustó mucho más esta vez. Es súper interesante. Y ahora la veo desde otra perspectiva (no ya viéndome reflejada en Virgina Wolf, con la muerte como única solución). ¿Qué habría pasado si Virginia hubiese encontrado apoyo, comprensión y amor, en su esposo, su hermana, en alguien? ¿Qué habría pasado si en lugar de tratarla todos como “loca”, la hubiesen considerado excéntrica, como tantos artistas lo son, y la hubiesen tratado como a una personas poco convencional? ¿Qué habría pasado si alguien hubiese confiado en ella y hubiese tenido fe en que su corazón sabía hacia dónde ir, que no estaba loca y que dentro de ella existía una chispa, una chispita aunque sea para iluminar la oscuridad de la noche de su alma? ¿Si hubiese regresado a vivir en Londres, si hubiesen respetado sus opiniones, en lugar de obligarla a obedecer las órdenes de los “expertos”, de los médicos que supuestamente sabían lo que había en su alma? Porque si las musas que impulsan a los artistas a escribir, pintar, esculpir, componer, crear, diseñar, son “voces”, alucinaciones auditivas… Pues habría que dar haldol u olanzapina a todos los artistas y creadores, incluso confinar a algunos de ellos. Y eso no puede ser. Ojo, no digo que todas las personas deprimidas sean artistas. Ni que todos los esquizofrénicos o psicóticos lo son (un refrán popular dice: “De músicos, poetas y locos, todos tenemos un poco”). Aunque muchos de ellos se benefician muchísimo de la terapia con arte. Desde siempre se ha asociado la creación a la locura, a la salida de la realidad.

Viéndolo desde un punto de vista, la depresión es un proceso creativo, de búsqueda y encuentro. Si se le sabe llevar puede ser una gran maestra. Me encantó el diálogo de Virginia con el señor Wolf en el andén del tren, cuando ella quiere regresar a Londres y las empleadas domésticas la ven salir corriendo y mueven la cabeza reprobando y haciéndose miradas de “la señora está loca”. Ese diálogo es un grito del alma: “Vivo en la oscuridad, estoy completamente sola, pero sé que ir a Londres me haría bien, ¿Qué saben los médicos lo que hay en mí?”. Me encantó. La depresión (llamémosle depresión) es un proceso. Es un túnel oscuro. Es una noche negra. Pero se aprende mucho de ello. Se descubren nuevos mundos y posibilidades. Si se sabe llevar; si se cuenta con apoyo y amor, sin desvalidación ni invalidación de las opiniones de la persona que atraviesa la crisis, ni por simple obligación moral; por amor, auténtico amor. Quizás entonces Virginia no habría llegado a escribir que la vida era como era, que había que amarla y luego desecharla. Quizá habría apostado por la vida y habría escrito más. No lo sé. Nunca lo sabré. Pero se me ocurre, siento, que la historia habría terminado de diferente forma de haber aprendido a amar y ser amada. Por otro lado, la actitud que tiene, de contradecir, todo, no preguntarse qué le pasaba al marido o cómo se sentía, verlo todo negro, es muy común en estas crisis, y muy dura de sobrellevar. Se necesita un espíritu muy fuerte y mucha fe de las personas que conviven con alguien que pasa por una crisis.

Luego, la mujer que lee el libro y al principio quería suicidarse, decide vivir, pero se da cuenta de que está viviendo una vida que no es la suya y no es la que quiere. ¿Acaso es lesbiana y por eso se marcha? No lo sé. Lo único que sé es que hay que tener mucho valor para vivir de acuerdo a lo que se quiere realmente. Incluso si eso significa ser un “monstruo”, como la califican, por haber dejado a sus hijos. Claro que eso fue difícil para ella y para ellos. Quizá dialogando con el marido habría podido resolverse la situación de otra forma, menos radical y menos traumática para los niños. Pero ella tenía derecho a vivir su vida, no la vida que el esposo quería o la sociedad le indicaba como correcta. Y los niños habrían debido aprender a superarlo. Por duro que haya sido. Claro que hacer entender eso a un infante, es muy difícil. Por eso mejor darse cuenta de qué es lo que se quiere realmente desde el corazón, antes de formar nuevas criaturas y dañar a terceros. Sin daños a terceros (Tarde)… Esa canción de Arjona es buenísima. Triste, quizá dolorosamente verídica, pero buenísima.

Y por último, la señora Dalloway, organizadora de la fiesta. Es misterioso el proceso por el cual el cerebro llega a esas conclusiones. Es como un ladrillazo divino, un rapto de inspiración (quienes tienen la dicha de ser creativos terminan haciendo obras a partir de esos momentos). Una inspiración melódica. En un momento, se ve todo con claridad: “Mi vida gira alrededor de él, es superflua: Mi única motivación es organizar eventos”. Y a partir de allí, tomar decisiones: ser o no ser. Seguir o no seguir. Con todo lo que eso implica. Nada, que esa película me gusta mucho. Es muy instructiva. Y la música me encanta, está muy bien puesta. Claro, es Philippe Glass. (¿Philippe o Philipe?). Whatever! Namaste.


Guate. 14.09.04 JIrafa de weekend

De nuevo estoy enfermita. Seguro y tengo las defensas por el suelo. Bueno, ni modo. Sí, sí. Sé que debería consultar mi caso con un especialista y hacerme los análisis que aún tengo pendientes, pero… No, no hay pero que valga. He sido una desidiosa. Siempre lo pospongo. La verdad, tengo miedo. De empezar de nuevo la carrera de “a ver qué diagnosticamos ahora” o de “afinemos ese diagnóstico”. Le consulté a un reumatólogo, pero me mandó con el oncólogo y eso me asustó más. Pero iré. Eventualmente, consultaré. Y tiene que ser este mes. Ya he dejado pasar demasiado tiempo.

Mis amigos (os) no me creen cuando me preguntan ¿Qué tal de chicos? O ¿Qué tal de amores? Y yo les digo que hay más vida (y agua) en el desierto de Atacama, que chicos en la mía. Y es que, con la rutina que vivo (casa-trabajo-casa-universidad-casa y una vez cada mes -cuando bien me va-, o cada dos meses veo a mis amig@s –que andan súper liados también, y la mayoría, trabajando en otras áreas del país-) y el hecho de que mi principal entretención es leer (algo diferente a medicina o a la maestría, que de esos temas tengo que leer, aunque también me gustan mucho) y escribir aquí o en word (o en mi libreta)… pues la tengo difícil, verdad? Porque tanto leer como escribir son actividades solitarias y del cielo no caen los chicos! Ay, ya Dios proveerá! No me preocupo por ahora. Además, ante el panorama que se vislumbra… No es que mis estándares sean muy altos, es que los chicos promedio simplemente tienen un promedio muy bajo. Y no es por ser mala onda ni pedante. No sólo yo lo digo. El otro día un escritor y psicólogo que ha trabajado toda su vida en Francia (estudió la universidad aquí y luego se marchó hace sapotocientos años… No comprendo porqué volvió. Y ni él lo entiende, como lo admitió en alguna de sus columnas; vive criticando y lamentándose del país: el deporte nacional de los que tenemos algún nivel de instrucción; quienes no lo tienen, simplemente se resignan. Sí, patético.). Él decía que ha observado por tres años a chicos promedio, clase media, estudiantes universitarios que viven y comen en el lugar a donde él va a comer todos los días y que en resumidas cuentas son unos cretinos, y que si esa es la media de chicos del país, menuda la que le espera al país… Así que, mejor me concreto a amar y hacer lo que amo. Namaste.

El sábado 11 nos fuimos a almorzar con mis compañeras de la maestría (y, “para variar”, tres de ellas se pusieron a contarme por separado, su vida y milagros), conocí a una valenciana muy linda, y a su novio que es un filósofo. Estuvo en uno de los cursos de la maestría, pero no había hablado mayor cosa con ella. Estuvimos hablando todas de los signos (sí, yo inicié el tema) y me dijeron que sí, que las características de tal o cual signo eran las que les había dicho. Una de ellas habló de su esposo (signo leo) y me dijo que lo que más le irritaba de él era su afán de querer tener siempre la razón, lo que cuesta que admita que se equivocó (cuando lo hace!), sus días de querer estar solo (y que nadie le hable, porque gruñe y muerde) y lo dominante que era, pero que lo ama y bueno, después de tres años de vivir juntos, ha llegado a conocerlo. No sé por qué me recordó a los leo que conozco… Por otra parte, estoy feliz porque me he hecho amiga de dos chicas leo. ¡Y chicas, que era con quien peor me llevaba! Ya me di cuenta de que lo que hay que hacer es no hacerles caso a sus aires de grandeza o a su forma de ser (que a veces es muy mandona o hasta medio grosera para decir o pedir las cosas), verles el lado bueno (que lo tienen, y tanto) y quererlas como son, como a todas las personas. Y eso sí: no dejarse avasallar. Eso es muy importante.

Pero bueno, después de almorzar y de una extensa sobremesa con las chicas, me fui a casa de unos amigos a quienes no veía hace casi un año. Estuvo alegrísimo, habían invitado a otros amigos de ellos (varios de los cuales yo no conocía), nos pusimos a cantar (dos de ellos cantan en un coro y uno toca guitarra), cenamos, bebí dos copitas de vino… Nada, que ya me hacía mucha, mucha falta convivir en grupo, conocer otras personas, platicar. Fue agotador, puesto que me había desvelado toda la semana por los trabajos y exámenes, pero, valió la pena. En esa cena conocí a un chico encantador. De los que parecen niños buenos: usan camiseta bajo la camisa, son amables, educados, gustan de la lectura, tienen consciencia social, son tiernos y todo… ¡Un niño lindo! Pero además de que es un chico, chico (tiene 26 años o menos), tiene novia. Lo que me encantó es que es un gringo consciente. Y eso sí que es raro de encontrar. Vive en New York, pero está trabajando con médicos sin fronteras, es administrador o economista, algo así. Y cuando termine el proyecto en donde está, regresará a su país con la novia, que es francesa. Es agradable la chica, aunque no muy platicadora. Y conocí a otra francesa que bueno, quizá sea el modus operandi de los franceses, pero me pareció algo pesadita. Un amigo dice que sí, que los europeos son así. No lo sé. No puedo opinar. Apenas conozco a un par de franceses (hombres ya entraditos en años) y ellos han sido más amables. Antes igual, me parecían pesados los españoles, pero ya no. Me acostumbré y los comprendí. Cuando salimos a almorzar con el grupo, la camarera estaba ocupada y no traía la cuenta, y el novio de la chica valenciana dijo: “En España ya le hubiésemos dado un grito: Eh, señora, que traiga la cuenta!”. Y una de mis compañeras le dijo: “como hagas eso aquí, te la traen con todo y azafatazo (golpe con el azafate)”. Entonces, la chica valenciana dijo: “Es que allá somos muy brutos, hija!”. Al menos lo reconoce… Pero son buena gente. Las personas a quienes he conocido lo han sido.

Por otro lado, hablando de chihuahuas fuscia, leyendo la historia de una pareja que han vivido 50 años juntos, me di cuenta de que además de los que he mencionado en otras ocasiones (comprensión, aceptación, respeto, amor, sabiduría, confianza, amistad, fe; sentido del humor, tendencia política, y valores similares; y un adecuado acoplamiento sexual, en el caso de las parejas), existen otros elementos importantes para la armoniosa convivencia diaria (con la pareja, pero siento que también con otras personas: hermanos, padres, hijos): la cortesía, la amabilidad y los detalles. ¡Y los gestos cariñosos, por supuesto! (caricias, besos, abrazos, según el caso). Son cosas pequeñas, a veces se les ve como algo superficial o pijo, pero no. Cuentan mucho. Una flor, una mirada, un detalle y un abrazo salidos del corazón, dicen más que diez mil promesas, mil palabras, ochocientos actos heróicos, mil discursos y cien canciones. Sí; soy exagerada y dramática. Entre mis pacientes hay cuatro o cinco parejas de entre todos los pacientes, que se miran bien juntas. Se nota que se cuidan y se quieren mutuamente. Eso es esperanzador.

He estado pensando que no sé si me casaré algún día. De que encontraré a un chico que valga la pena, tengo fe. Y de vivir juntos. Pero eso de casarse… Me da miedo, la verdad. Eso de pasar a ser propiedad de alguien, no me llama la atención. Ni de ser propietaria de ningún ser humano. Y es que, de novios prometen el cielo y la tierra, se portan divinos, etc, etc. Pero una nunca sabe realmente quién es la persona que duerme a su lado. Bueno, creo que también, depende. Si tiene ciertas tendencias, cierta vertiente fanática, si la familia suya es radical en algún modo de pensar (costumbres, religión, ideología política, etc. ), pues ya hay un aviso. Quizás el chico no sea así, pero quizá sí. Y entonces, hay que ir con cuidadito. A mí me gustaría casarme, pero me da miedo por eso de la posesión (no la posesión física, obviamente, sino el que se quieran posesionar de mi voluntad y de mi vida). Una nunca está completamente segura. Sólo el amor puede hacernos cruzar el puente invisible. Kierkegard decía que la fe es un salto al vacío, sabiendo que no caeremos. Yo siento que no sólo la fe. El amor también lo es. O el amor requiere mucha fe. Como sea. Ojalá que el miedo no me impida dar el paso. Ni me impida vivir. La vida sin amar no tiene sentido. El amor es un riesgo que vale la pena correr, pero con los ojos de la mente bien abiertos, no sólo los del corazón que idealizan todo y tienden al romance. De lo contrario, sólo entre romance, el amor no pasa de enamoramiento y se acaba tal como empezó: en una ilusión. Deseo de todo corazón, que cada persona en el mundo, si es su deseo y está entre sus planes de vida, encuentre a alguien a quien amar y que puedan construir un amor fuerte, acrecentador y lleno de alegría. Namaste.


17.09.04 Jirafa decepcionada
- Y si usted la ve algún día, ¿podría por favor avisarme? – me dijo doña Juana mostrándome una foto de una chica sonriente, de cabello largo, con rayitos.
- ¿Y ha preguntado en la embajada?
- Ya hasta fui a México y no averigüé nada –me dijo llorando.

Yo estaba a punto de llorar también. Luego, no podía consolarla, seguía llorando mientras me contaba la historia. Su historia. Quise abrazarla, pero ella estaba rodeada de una muralla de dolor. No hice lo suficiente… Intenté decirle frases de consuelo… ¿Qué frases de consuelo puedo darle a una madre que no sabe si su hija vive o muere? ¿Si no sabe si fue torturada, violada y asesinada en el trayecto, si está secuestrada en una casa de citas obligada a prostituirse o qué? ¿Qué decir ante la indiferencia de las autoridades (in)competentes? Sabiendo que a nadie le importa, que como ella hay miles de “mojados” (inmigrantes ilegales que atraviesan México por el sueño americano) desaparecidos… Lleva doña Juana seis años de angustia, preguntándose dónde está su hija. Me contó que los primeros meses, la soñaba y soñaba que le pedía ayuda. Después, soñaba que la rescataba de un río, pero estaba pequeña, era una niña su hija. Últimamente casi no la sueña y cuando la sueña, no le mira el rostro y ella se aleja. Doña Juana está desconsolada y llena de rabia; eso es lógico. Ha encausado la rabia contra su esposo (que vive en Estados Unidos y nunca quiso ayudar a su hija a irse legalmente), pues dice que su hija desapareció por culpa de él, por no haberla ayudado. No es del todo cierto, la chica se quiso ir aún sabiendo el riesgo que corría, pero ¡A alguien hay que acusar! ¿Qué mejor que al hombre que la abandonó con tres hijos y se largó con otra mujer?

Hace tres años estuve en la región chortí porque había muchos niños desnutridos. Ahora, de nuevo la región es noticia. Cientos de proyectos de asistencia alimentaria y de ayuda se concentraron por un tiempo en esa región y nada se logró. La situación de hambre e inseguridad alimentaria está igual que hace tres años, excepto en unas cuantas comunidades. El machismo de los indígenas impide la educación y capacitación de niñas y mujeres, hay mucho cacicazgo y el poder (y los beneficios de los proyectos) quedan en manos de pocos. Tienen doce hijos, “la tarea”, para que sobrevivan seis o siete. Están acostumbrados a ver morir de hambre a sus hijos, “porque así les tocaba” y a sentarse a la orilla del camino, dar lástima y esperar ayuda de quienes se conmuevan de su miseria y de sus huesos. Cuando hablo de los chortís, me recuerdo de mi bisabuela: ella me contaba que su mamá, sus tías y su abuela usaban vestidos largos, con muchas enaguas, volantes y colores, trenzas grandes y adornadas… exactamente el traje regional de los indígenas chortís. Cuando trabajé en esa región, reconocí y e identifiqué mis raíces indígenas, que hasta ese momento, desconocía.

Abro las páginas del periódico que lee el chico que atiende la farmacia (un pasquín amarillista y lleno de fotos terribles). Leo: “asesinan a jovencita y le extraen los órganos”. Cambio la página y encuentro “asesinan a niña de tres años y le entierran una estaca en el abdomen” (¡¡una nena de tres añitos, por el amor de Dios!!). Luego, los medios escritos más serios y muchos hombres opinan que no hay feminicidio. Es horrible lo que diré, pero no es lo mismo matar a alguien de un balazo que violarla, torturarla, desmembrarla, casi hacer una necropsia sin técnica, y luego matarla o dejarla morir lentamente. ¿Por qué la crueldad? ¿Por qué no simplemente matarla y ya? ¿Por qué el odio? Definitivamente, se percibe un odio hacia la mujer, y no sólo acá, que en Ciudad Juárez (y seguro, en muchas otras ciudades del mundo, que no dan a conocer sus estadísticas tercermundistas –si yo SÍ puedo decirlo así, que lo sufro a diario y me duele tener que reconocerlo- para no dar una mala imagen al exterior) también ha habido muchos asesinatos sanguinarios de mujeres.

Ayer en una cena-conferencia de una casa farmacéutica, nos hablaba un reumatólogo de la osteoporosis, un doctor de la alta sociedad. Una cena magnífica en un restaurante de comida gourmet deliciosa, mucho Channel, Dolce &Gabanna (o como diablos se escriba), mucho charm y sofisticación. Y claro, al final la idea era hacerle propaganda al medicamento que financiaba la cena, proclamando sus bondades (sin hablar de sus efectos secundarios, por supuesto), y presentándolo como la panacea. Tiene sus ventajas, como todo químico, pero su costo es muy elevado y a pesar de la elevada prevalencia de la osteoporosis en el país (por múltiples factores, sobre todo, económico), ¿Qué porcentaje de la población tiene acceso a esos tratamientos? No sé, quizá un 10 ó 15% a lo sumo. Por supuesto no hablé nada de eso. Esos médicos no trabajan con pacientes de áreas marginales. Han estudiado una residencia, muchos de ellos fuera del país, y tienen sus clínicas en áreas muy caras, así que el tipo de pacientes que tratan, usualmente puede costear el tratamiento.

Quizás si en lugar de medicina o psicología o literatura o periodismo me hubiese gustado la matemática, la biología, la química o la informática yo no sufriría tanto. Quizá no me importaría la realidad si yo fuese psicóloga industrial al servicio de una empresa o visitadora médica como la chica que me invitó al evento de anoche. O si fuese economista en el Banco de Guatemala ganando dos mil o dos mil quinientos dólares al mes; o doctora de las que han vivido desde chicas en el otro lado de la realidad y sólo atienden a extranjeros y a la élite del país, van de vacaciones a Miami o a Europa y han estudiado en una universidad privada o fuera del país. O si fuese mercadóloga o publicista. No sé si sea una ventaja haber tenido dos padres trabajadores sociales, conscientes de la realidad, y mi padre además, de izquierdas. No creo que sea bueno ser sensible o estar en contacto directo con la realidad. Con esta realidad. Aquí hay dos realidades. ¿Cuál es la real? ¿La de indígenas que mueren de hambre o la de la última colección de Tous exhibida en una vitrina de Miraflores? Y por otra parte, si viviera en el otro lado de la realidad aquí o en Europa, quizá volvería la cara a otro lado cuando me enfrentara a la realidad de la mayoría de habitantes del mundo, quizá moriría por comprar unos pendientes de Tiffany (de diamantes y platino) y mi mayor preocupación sería llevar el color de temporada. No lo sé. No soy mejor que nadie. Desearía para Pinochet, Reagan, Bush, Ríos-Montt, Franco, Hitler y Lucas (y el resto de dictadores y tiranos de quienes no sé el nombre, pero sé que hicieron barbaridades) la mitad, aunque sea la mitad del sufrimiento que inflingieron directa o indirectamente a tantos seres humanos. Un cáncer de esos lentos y dolorosos, o alguna de esas enfermedades de la colágena que tarda años en ser establecida y tratada, pues varía y ocasiona cientos de complicaciones, angustia y dolores. Y deseando eso, aún para esa gente… No soy mejor que ellos… Eso me decepciona. Quisiera no sentir eso, pero allí está y asoma cada vez que pienso en esta gente… ¿Gente? En estos entes.

PARÉNTESIS: Por cierto, y hablando de cáncer, leí en elPeriódico (el diario más decente de acá, según mi criterio) que Johnny Ramone, guitarrista de Los Ramones, murió de cáncer. Y no sólo él sino otros dos integrantes de la banda de cuatro, que inició con el punk-rock a principios de los ’70. Le abrieron camino a los Sex pistols y The Clash. Yo nunca he escuchado esos grupos, pero sé que son un referente para esta música. Lo curioso es que el punk es un tipo de música, según yo, muy lleno de rabia (y de dolor escondido, siento) y que a tres de cuatro les haya dado por matarse… Porque al final el cáncer es eso, es una célula enloquecida que quiere enloquecer a las demás y desviarlas de sus funciones originales aunque eso conlleve la muerte del organismo. Es un auto ataque más sutil que el de las enfermedades autoinmunes. ¿Rabia reprimida? Ya, estoy especulando. Bueno, algo he leído de eso, pero algunas son sólo hipótesis aún en investigación por la neurociencia; específicamente por la neuroendocrinoinmunología. CIERRO PARÉNTESIS.

Sólo quisiera dejar de escuchar por un día historias de maltrato, de hijas desaparecidas cuando iban a Estados Unidos, de asesinatos con tanta saña a hombres, mujeres y niños. Sólo quisiera poder vivir sin miedo y no con el constante deseo de largarme para siempre de este país, de olvidar que alguna vez existió y de ser una apátrida. Sólo quisiera no oír lamentar a mis amigos (un par de ellos) que tuvieron la oportunidad de vivir en otro lado (Estados Unidos, Francia, México –sí, México, incluso-) y no lo hicieron “por el país”, “por estar cerca de la familia”, y ahora desearían estar allí al ver cómo van las cosas acá. Sólo quisiera que hubiese algo parecido a la identidad y nadie se avergonzara ya de sus raíces indígenas (en primera o sexta generación) o se sintiera superior por carecer de ellas. Que nadie se avergonzara de ser guatemaltec@. Sólo quisiera saber si lo que estoy haciendo, al trabajar con estas personas y dejar allí pedazos de mi vida, vale la pena o me doy la vuelta y trato de obtener dinero a toda costa y de pararme sobre alguien (me recuerda un comic de Quino), para aparecer en la otra realidad, la de sonrisas, la de shows, marcas y apellidos de abolengo. La irreal. Nada. Estoy decepcionada. Y tengo derecho. A veces la realidad –la real- pesa demasiado. Y cansa. Y hiere. Y duele hondo. El Dalai Lama va a venir en octubre. Quizá vaya a verlo y le haga algunas preguntas. No me interesa vivir con la cabeza escondida, como supuestamente lo hacen los avestruces –nunca he visto una hacerlo-, pero la realidad, la real, está horrible. No sólo aquí, en muchos países del mundo, pero como es en este donde vivo, pues es mi referente. Namaste.



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