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Sentimientos, reflexiones, historias y opiniones del viaje que es la vida.

marzo 12, 2005

Un cuento (demasiado real) 

“Pepper”

En memoria a todas las mujeres que han sido vilmente ultrajadas y asesinadas, desde el principio de la humanidad hasta ahora.

La noche estaba estrellada. Miraba con un solo ojo las estrellas que iban moviéndose otra noche más de un lado al otro del cielo. Las mismas estrellas familiares de los días anteriores. Ya había perdido la noción del tiempo. Bueno, la verdad nunca había tenido una noción del tiempo demasiado clara. Hasta ahora que miraba desfilar por tercera noche consecutiva a las estrellas delante de su ojo.

Recordaba sus días de infancia, jugando con sus hermanos bajo la atenta mirada de su madre, que les enseñaba entre una toma de leche y otra, las cosas importantes de la vida. Luego se fue a vivir con Claudia, que lo mimaba mucho y lo llevaba a la casa de sus padres cada vez que tenía vacaciones. Ella jugaba con él y él esperaba pacientemente su regreso de la universidad y la recibía con saltitos alegres y movimientos de cola. Se sentía querido por ella. La última vez que había ido a Xela a ver a sus papás, notó que un individuo la miraba insistentemente. Era alguien conocido de la familia. Pepper nunca lo había visto pero no le gustó. Cuando lo miró, todas las lecciones que su madre le había dado le vinieron de una sola vez a su perruno cerebro y se puso a ladrar muy fuerte hasta que Claudia lo calmó. Él se quedó quieto y callado, cerca de ella para no incomodarla. Tenía que cumplir con su papel de perro de compañía y ser obediente. Pero no dejó de mirar al individuo que insistía en mirar a Claudia con esa mirada que lo ponía en guardia. Tuvo que luchar mucho para no ladrar de nuevo y sintió un gran alivio cuando el individuo se marchó. Entonces se relajó y dormitó un poco hasta la hora de la cena, cuando hacía su ronda de silla en silla con sus ojos tiernos y juguetones, para ver si lograba algún suculento trozo de comida. No era que las croquetas que le daban estuvieran mal, eran de las mejores. ¡Pero la comida era la comida! Y ya había olfateado la cena: habría carne.

Su vida transcurría plácidamente entre esperas en la habitación en donde vivía con Claudia, viajes a Xela para visitar a la familia, salidas con las amigas de la facultad (que siempre lo acariciaban, lo mimaban y le daban galletas, era algo muy alegre para Pepper). Una vez hasta lo llevaron al cine. Era un perro de juguete. Podía pasar como peluche si se quedaba quieto. Estuvo dos horas dormitando en el regazo de Claudia que lo despertó finalmente con unos fuertes sollozos casi al finalizar la película. Él se puso a lamerle las manos para consolarla, pero entonces ella lloró más. Estuvo a punto de ponerse a aullar, pero recordó que no podía delatar a su querida Claudia. Así que se quedó mirándola hasta que salieron del cine. Luego fueron a tomar café con las amigas y recibió su ración de galletas. Esa vez le dieron además un trozo de pastel en premio a su buen comportamiento. Claudia regañaba a sus amigas y les decía que le iban a engordar a su perrito, que no le dieran tantas golosinas.

Una mañana iban con rumbo al veterinario. Pepper odiaba esas visitas, pero sabía que eran por su bien, y que Claudia lo llevaba por sus vacunas porque lo quería, y lo quería sano. Antes de llegar con el médico, se detuvieron en un lugar en donde vendían objetos para celebrar fiestas: globos, tarjetas, adornos… él miraba deslumbrado tantos objetos, pero estaba inquieto. No le gustaba estar allí. Y lo volvió a ver. Gruñó y se hizo para atrás. Entonces subieron a la fuerza a Claudia en otro vehículo y a él lo colocaron en la parte de atrás. Era un pick up de carga. Viajaron fuera de la ciudad. Sentía el terror de Claudia a través del vidrio. Miraba las nubes pasar corriendo por su cabeza. Y los árboles desplazándose rápidamente. Luego entraron a un camino más pequeño, el vehículo daba pequeños saltos entre los agujeros del terreno. Se detuvieron y bajaron a una pequeña casa, desde allí Claudia llamó de su celular. Estaba angustiada y llorosa. Los secuestradores discutieron entre sí y la empujaron fuera de la casa. A él lo llevaban halado de su cinta y caminaba tan rápido como sus pequeñas patas lo permitían.

Llegaron a una cueva. El lugar era húmedo y sombrío. Entraba luz por la gran abertura que daba a un boquecillo de pinos. Le dijeron algo a Claudia quien volvió a marcar un número de su celular, pero la llamada no entró. Entonces, le bajaron el pantalón y el bikini. Claudia gritaba angustiada. Pepper ladraba y saltaba de un lado a otro. Lo habían dejado suelto. Uno de los secuestradores se sacó un bulto oscuro entre los pantalones y se lo introdujo a Claudia entre las piernas. Ella gritaba angustiada, gritaba con dolor y horror, la golpeaban, Pepper ladraba más y más fuerte. ¡Cómo habría querido ser en esos momentos un Rottweiler y no un pequeño Szchanuzer miniatura! Pepper ladraba, gritaba, trataba de morder a alguien, pero le lanzaban piedras y patadas. La escena se repitió cuatro veces y ya de último Claudia ni gritaba, estaba como adormecida. Sólo emitía pequeños sollozos. Entonces miró un arma. Se lanzó con su escaso peso y sus pequeños dientes a la pierna del secuestrador, y otro de ellos lo mandó volando por el aire con una patada. Su cabeza se golpeó contra una piedra grande y afilada y sintió que algo caliente se le deslizaba por el oído.

Cuando abrió los ojos, estaba solo. Se levantó con dificultad y se acercó a Claudia. La olfateó y recordó de nuevo las lecciones de su mamá: el olor de la muerte era inconfundible. Entonces aulló con todas sus fuerzas. El aullido resonó por toda la cueva. Intentó mover la mano de Claudia, crispada en un gesto de espanto, la lamió y unas lágrimas rodaron por sus ojitos oscuros. Escuchó el ruido de un automóvil y salió corriendo. Le dolía la cabeza y tenía poca fuerza para correr. Su pata delantera del lado izquierdo estaba débil y adolorida. Miró el pick up que se alejaba pero no pudo alcanzarlo. ¡Si tan sólo fuese un galgo! Regresó a la cueva despacio. Perdió el camino. Su olfato no funcionaba. Ese sí era un serio problema: ¡Su olfato no funcionaba! En vano levantó la adolorida cabeza buscando el olor de Claudia. Empezó a vagar por el bosquecillo y llegó a una carretera. Miró que un auto se dirigía hacia él. Trató de esquivarlo pero sus patitas no respondieron. De nuevo fue lanzado al aire. Cayó a la orilla del camino, de nuevo del lado izquierdo. Había grandes matorrales alrededor de él.

Cuando abrió los ojos, sólo lograba ver un trozo de cielo lleno de estrellas. Trató de ladrar o aullar, pero no podía. Tenía sed. Lejos estaba de aquellas tardes de galletas en el regazo de Claudia. ¿Por qué le habían hecho tanto daño? Nunca se imaginó que los seres humanos pudieran ser tan crueles. Durante toda su vida sólo había recibido bondad, amor y buenos tratos de Claudia, de su familia y sus amigas. En sus ratos de lucidez (dormitaba la mayor parte del tiempo) recordaba las historias que Joy, el gato de la dueña de la casa de huéspedes en donde vivía Claudia le contaba por las tardes. Pepper creía que esas historias eran obra de la calenturienta imaginación de Joy, afectado por tanto desvelo y correría nocturna. Tenía muchas novias por el barrio. Le contaba de atrocidades que los humanos cometían entre sí. De perros golpeados y atropellados, de gatos envenenados, de mascotas que terminaban sus días aplastados como calcomanías a la orilla de carreteras o calles, como alfombras peludas que luego el tiempo y las bacterias iban descomponiendo hasta volverlos parte del paisaje y alimento de otros seres. Pepper nunca le creyó.

Pero esas historias de horror no eran falsas. Y Pepper lo descubrió al final de su vida. El rocío del amanecer que lo cubría y cubría la hierba que lo rodeaba le ayudó a seguir vivo. Pero esa noche, sabía que el fin estaba cerca. Sus ojos se nublaron y cada vez le resultaba más difícil divisar las estrellas que se movían incesantemente colgadas del cielo. La luna estaba como una pequeña uñita allá escondida entre las nubes. De pronto miró que alguien se acercaba. Ya no podía ni tensar su cuerpo. La figura se fue acercando hasta colocarse junto a él. ¡Era Claudia! Llegó con su blusa roja y lo tomó amorosa entres sus manos. De pronto su cuerpo era ligero y podía mover la pequeña colita. ¡Estaba tan feliz! Ya no sentía dolor. La brisa fresca y las estrellas seguían su camino. Y mientras la luna se iba escondiendo entre las montañas, millones de bacterias empezaron a reproducirse entre lo que una vez había sido un alegre szchanuzer miniatura color sal y pimienta.

Faith 

12.03.05 Fe jirafuna

¡Vaya! Al parecer mi cuento no gustó demasiado… Lo único que me han dicho es que está muy triste… y sí, lo es. Lamentablemente es demasiado real. Es la historia de una chica que fue secuestrada, violada y asesinada en febrero del año pasado; su perrito nunca apareció… La realidad no siempre gusta. Pero bueno, ya escribiré otro menos triste la próxima vez. La realidad también tiene momentos bellos, graciosos o sublimes. Además, siempre nos queda la fantasía!!

Lamento tener que reconocer que mi mamá tenía razón: No hay que confiar en los psicólogos o psiquiatras. Hombre! No digo que el 100% sean poco confiables. Pero creo que al menos un 98% si lo son. Sólo se puede confiar en el 2% restante. No tengo datos estadísticos, son datos que mi intuición me indica. Pero dadas las experiencias vividas y escuchadas, ahora me voy con MUCHA cautela en cuanto al gremio de psicología/psiquiatría: hay que tener cuidado con ellos como compañeros de trabajo, como terapeutas y en cualquier forma de trato. Siempre te están analizando, son entrometidos, te dicen cosas que sí, a veces son acertadas, pero NO les estás preguntando (y yo he hecho eso mismo con otras personas un par de veces: lo reconozco fue tremendo error!!), tienen la habilidad de manipular la información que les das y luego utilizarla en tu contra o de sacarte información sutilmente para utilizarla después en su propio beneficio. Hoy una compañera de la maestría me ha contado que otra compañera tiene como pareja a una psicóloga con la que inicialmente consultó para recibir terapia, pues descubrió que su esposo la engañaba con un hombre. Después de semejante descubrimiento, se separó del esposo; ella consultó con la psicóloga para buscar ayuda y la psicóloga se la benefició: ahora son pareja. Uno más de tantos casos psicológicos-tenebrosos. Sigue la sumatoria. O la compañera de trabajo mía que es psiquiatra y me ha hecho algunas insinuaciones de tipo lésbico por un lado, mientras por el otro casi viola a otro compañero de trabajo allí frente a todos nosotros. Y por cierto, este compañero que es muy amigo de ella era muy amable conmigo. Ahora ninguno de los dos me habla… (¿? –¡Bah!-) O una psicóloga industrial que dio por perdido un examen psicométrico (de esos que pasan en las entrevistas de trabajo) a un chico muy inteligente (con cum laudeum), que no cree en esos tests, descubrió cómo están estructurados y se divierte contestándolos de forma tal que no den ninguna respuesta clara. Digo, si es psicóloga industrial y se topa con un chico que es muy inteligente, debería deducir por simple lógica, que él manipula los tests, en lugar de preocuparse porque lo “perdió” y decidir que por esa razón no le puede dar el empleo. Cae por su propio peso, digo… Y no soy psicóloga (¡Gracias a Dios!).

Lo curioso es que yo siempre decía que quería estudiar psicología/psiquiatría, pero al mismo tiempo, no me animaba. Algo dentro de mí me decía: “No”. Por eso no lo hice. Me alegro de haber dudado y escuchado esa vocecita. Ya me meto suficiente en la vida de los demás e intento “analizarlos” sin tener conocimiento de tantas teorías psicológicas, como para meterme más en esos berenjenales. Lo chistoso es que como conozco a varios psicólog@s (después de que los he escuchado “analizando” a medio mundo), si yo digo algo de alguien me dicen: “Tú no te preocupés por lo que hacen o no hacen los demás, preocúpate por ti misma”. Lo cual resulta contradictorio viniendo de ellos. Y no estoy diciendo que los psicólogos/psiquiatras deban ser perfectos… ¿Quién lo es? Y tampoco es que odie la psicología (me encanta y siempre voy a andar leyendo temas relacionados, o quizás hasta haga algo de psicoanálisis junguiano o psicología basada en análisis transaccional, de puro hobby), o al gremio psicológico/psiquiátrico. No. De hecho les tengo cariño. Simplemente me dan desconfianza. Es como si a un niño de 2 años le encargaras que lleve de un lado a otro un objeto frágil: unos pocos lo llevarán sin tropiezos –enterito hasta su destino-, pero la mayoría lo romperá en el camino. ¡¡Y no por eso dejas de amar al niño!!

Siento que lo que pasa también, y por lo que se aplica el refrán de: ”En casa de herrero cuchillo de palo”, es porque uno asume que si una persona se dedica a X asunto, lo debe aplicar en todos los ámbitos de su trabajo y lo aplique además en todas las áreas de su vida; y luego, si no lo hace 100% bien (¿y quién lo hace?) o no lo aplica en su vida personal completamente, se hace notar más. A mí, por ejemplo me han dicho –cuando me enfermo, que por la leucopenia es al menos cinco veces al año- que siendo médica no debería enfermarme!! ¡Por favor! ¡¡Ante todo, soy un ser humano!! Frágil, en crecimiento, con capacidad de errar… y de enmendar; no perfecto, pero perfectible. Además, con fe en Dios, en mí y en la humanidad.

¡Ah, la fe! Hay muchos –muchos- aspectos por los que no estoy de acuerdo 100% con la doctrina católica. Me desagrada la oposición del Papa al uso de preservativos y otros métodos de prevención del embarazo (no apoyo los abortos, excepto si son terapéuticos o post-violación), o la reducción del sexo a fines reproductivos vrs. Clasificación como pecado. Sin embargo le guardo cariño al Papa. Es el único que he conocido. Y aunque por un lado su decisión de seguir al frente de la Iglesia, a pesar de su estado de salud se puede interpretar como necedad o soberbia, no sé, siento que no lo hace por esa razón. Talvez sigue al frente porque lo considera su misión y mientras esté vivo, consciente y sea capaz de decidir, querrá seguir adelante con la misión que le ha sido encomendada. Si está vivo después de las crisis que ha sufrido siento que es por el poder de la fe y la oración, tanto suya como de las personas que lo quieren. No me parece correcta la ironía y la actitud de burla de las personas de otras religiones, ateas o agnósticas ante su situación de salud. La gente no se pone a pensar que si Dios nos da la vida y llegamos a esa edad, podemos estar en la misma situación en que él está. Eso no lo sabemos. Me parece cruel, poco ético, poco compasivo, poco humano burlarse del sufrimiento ajeno, no importa si es el sufrimiento de una persona que no nos simpatiza.

Y sí, sé que muchas veces me he alegrado por (y hasta les he deseado) sufrimientos a personas tipo Hitler, Pinochet, Ríos-Montt o Lucas-García… O a los asesinos, violadores o pederastas, Shame on me!! =( ¡No me enorgullezco de ello para nada! ¿Dónde está mi compasión? ¿Dónde está el Amor? ¡Qué difícil cumplir las palabras de Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo…”! Porque ellos (y digo ellos porque casi siempre son hombres) también son mi prójimo. Por cierto, he estado pensando… Si el ser humano es cruel y sanguinario por naturaleza (y sólo el arte, la moral, las normas sociales y penales, las religiones, son capaces de medio contenerlo), como muchas personas afirman, y si la mayoría de actos de violencia que son penados por las leyes los cometen los hombres (porque la violencia y coacción ejercida por muchas madres hacia sus hijos no se toma en cuenta, a pesar de que puede llegar a marcar la vida de un niño…), más que las mujeres, y si las mujeres son –casi en todo el mundo- las encargadas de formar, enseñar valores y educar a sus hijos… ¿Somos entonces las responsables indirectas de la violencia desde el inicio de los tiempos? Hmm… Este podría ser un buen tema para un ensayo. Me gustan los ensayos. Creo que se me da esa forma de escritura… Voy a hacerlo! =)

Pero regresando al Papa y la fe… Pues es admirable su valentía. Y su fe. Un ejemplo. He orado por él Y he orado mucho para que Dios acreciente mi fe. Y como me ama, poco a poco voy viendo como retoña de nuevo. Sólo el hecho de estar viva en este país, ya es un motivo de agradecimiento, fe y alegría, dada la situación y percepción de violencia que se vive actualmente. Además, Dios ha escuchado mis oraciones. Con pequeñas y grandes cosas. Estoy muy agradecida. Ahora comprendo que todo es a su tiempo, que hay que tener fe y humildad, y comprender que no todo lo que queremos es para nuestro bien –entonces, no todo nos es concedido-, aunque nosotros creamos que sí. Dios tiene sus planes. ¡Cuántas veces me enojé, renegué, alegué y me he peleado con Dios! Si Dios es mi Padre y me ama, Bendito sea y gracias. Si Dios es la Fuerza que mueve el universo y nosotros somos una chispa, un “pedazo” de esa Fuerza, igual: gracias y Bendita sea. Si Dios es sólo Energía, igual, gracias y Bendita sea. Pido, quiero y necesito mucha fe, un corazón compasivo, capaz de amar y una mente sabia, capaz de guardar silenc
io. Namasté.
=)

marzo 07, 2005

Hombres y mujeres. De nuevo el Factor limitante... 

07.03.05 Jirafita valerosa

“¿Por qué las cosas son como son y no de otra manera?” O sea, ¿por qué las cosas no son como a mí me gustaría que fueran? Porque la vida es como es. Punto.

No he leído a Cabrera Infante, uno más que se añade a la lista. Enorme lista de escritores y libros por leer… Pero me encantaría leerlo. Por su reciente fallecimiento, han salido muchos reportajes que hablan de cómo su esposa Miriam fue su fuerza y su apoyo durante los años de exilio (tanto territorial como intelectual, porque los intelectuales de izquierda lo rechazaron porque criticaba a Castro), que sin Miriam él se habría desmoronado. La esposa del Premio Nóbel de Economía que padece esquizofrenia (en quien se basaron para la película “una mente brillante”) ha sido su apoyo durante toda la vida: él mismo lo reconoce, que gracias al amor de ella pudo salir adelante. Dice un refrán popular que detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer. ¿Y detrás de una gran mujer, qué hay?

“¿Por qué las cosas son como son y no de otra manera?” Esa pregunta se la formuló Marilyn Monroe al que en ese tiempo fuera su esposo, Arthur Miller. En su biografía él dice que le falló a ella. Que durante 5 años trató de salvarla pero no lo logró. Al final, ella se suicidó.

La Reina Elizabeth de Inglaterra, reina soltera, unificó las fuerzas del país para crear un imperio. Virginia Wolf decía que las mujeres necesitan un espacio propio para poder ejercer poder, ella estuvo deprimida y al final se suicidó. Las carreras de actrices de Nicole Kidman y Penélope Cruz mejoraron notablemente después de su separación de Tom Cruise. Susan Sontag era soltera. La primera foto-periodista (no recuerdo su nombre, era una gringa que casi muere en la primera guerra mundial) vivió casi toda su vida sola. Se casó con el hombre que siempre amó más de 20 años después de haber dejado de verlo. A lo que voy con todo esto es a que si una como mujer no se salva a sí misma, nadie va a hacerlo por una. Los hombres no pueden. Y además, muchas veces los hombres con quienes estamos impiden que brillemos con luz propia. Nosotras lo hemos permitido.

Pareciera que es más “normal” que una mujer ayude, “salve” y apoye a un hombre para contribuir a su desarrollo, a que supere sus problemas y siga adelante y no al revés. Me pregunto, será porque nosotras tenemos mayor capacidad de amar? O de sacrificio? (ya sea algo genético o aprendido socialmente).¿Será que nosotras no necesitamos tanto de ellos como ellos de nosotras? Ni Miller ni el esposo de Virginia Wolf pudieron ayudarlas… Al menos en mi país, después de que una mujer se divorcia o enviuda, raramente vuelve a casarse. Sí hay quienes lo hacen, pero son las menos. En cambio, si un hombre se divorcia o queda viudo, pronto busca una compañera. Digo todo esto porque lo he estado reflexionando desde ayer; estoy desconcertada. Y por otra razón…

Ayer en elperiódico (
www.elperiodico.com) salió el reportaje del asesinato de Claudia Pac. Me dolió leerlo. NO DEBO leer el periódico!! Trasladaron las declaraciones de uno de los testigos/acusados que contaba con lujo de detalles cómo habían secuestrado a la chica (querían pedir rescate por ella, pero no entró la llamada y decidieron mejor violarla y asesinarla), cómo la habían violado entre cuatro ombres y luego, le dispararon. La niña tenía 21 años, estudiaba arquitectura y era hija de un médico. Su caso ha salido a luz porque la familia tiene dinero para poder litigar y denunciar el hecho. De lo contrario, sería un caso entre miles más, archivado entre el olvido y la desesperanza. Pero si yo, que no soy familiar de esta chica, me conmuevo, horrorizo, lloro y enojo al leer lo sucedido, ¿¿Cómo puede sentirse su familia, su madre?? Y encima, que se publique todo tan crudamente… No sé, los periodistas deberían tener un poco de recato, por respeto a la familia. Un poco más de tacto a la hora de decidir qué publican y qué no…

Veo las fotos de los agresores de la chica (seis en total), y me entra una mezcla de coraje, miedo, desprecio y mucha cólera… Creo que el principal, el factor limitante para conocer chicos es una mezcla de imaginación negativa con resentimiento y miedo. Los hombres (salvo pocas excepciones) me provocan una mezcla de miedo, rabia y desprecio. ¿Qué me garantiza que el mismo ombre que un domingo me escribe versos, al siguiente me va a estar agrediendo verbalmente? ¿Quién le advirtió a una –de tantas- mujeres que fueron asesinadas el año pasado, que iba a ser su esposo, ese ombre que le juró amor eterno y era cariñoso y la llenaba de flores cuando novio, era el mismo que la iba a asesinar e iba a dejar huérfanos a sus hijos? Por todo eso me dan rabia, desprecio y miedo los ombres, esos seres que hemos creado y tanto abundan lamentablemente. Y lo de imaginación negativa se refiere al hecho de que en la rama femenina de mi familia hay varias historias de agresiones (físicas, verbales, emocionales, incluso alguna violación), y creo que tanta mala experiencia aprendida de generación en generación se me ha grabado en los genes.

Es difícil hacer borrón y cuenta nueva cuando cada día los periódicos nos tiran a la cara nuevos hechos de violencia, nuevas denuncias no investigadas, nuevas mujeres que han sido violentadas. Cambiar radicalmente de forma de pensar, cuando se ha crecido con eso es difícil. Pero no es imposible, con la ayuda de Dios todo se puede lograr. Y los cambios son procesos duros, que a veces duelen.

Sin embargo, por mi propio bien tengo que hacerlo. Porque todo empieza con la imaginación. Todo, todo lo que sucede empieza en nuestros pensamientos. “Todo está en la mente”, decía Buda y decía Jesús también. Y sí, lo reconozco: mis pensamientos, recurrentemente giran alrededor de: “todos los hombres son esto o aquello y por lo tanto, hay que desconfiar de ellos, alejarlos, y tenerles miedo para que no me agredan”. ¿Qué he ganado con pensar de esa forma? Que de 15 seres del sexo masculino a quienes en algún momento de mi vida he considerado cuates o amigos, o alguno de ellos incluso mi pareja, sólo 4 no me han agredido verbalmente de alguna forma. O sea, sólo el 26.67 % de los hombres que he conocido en mi vida (excluyendo a mi hermano y mi padre) no han sido en algún momento agresivos conmigo. Hablo verbalmente (gritos –dos de ellos-, burlas, palabras descalificadotas o ataques con falacias ad hominem, la mayoría), porque creo que si me hubiesen atacado físicamente les habría respondido, y creo que habría sido mucho peor. Mmmm…. ¿y si aprendo karate? NO, no se trata de ver cómo atacar sino para defenderme, pero pensar de esa forma implica que sigo pensando que seré atacada.

¿Qué acaso no puede establecerse una relación equitativa, sana, de respeto mutuo, sin violencia, entre ellos y nosotras? Yo quiero y necesito creer que sí. Pero si sigo pensando que ellos son el enemigo de quien hay que defenderse, seguiré encontrando ejemplares que confirmen mi pensamiento y portándome a la defensiva (y al ataque) con ellos. No puedo creer que no haya hombres sanos (mental y emocionalmente), capaces de amar. Sí los hay!! Quizás no sean muchos, pero los hay. Esa es mi esperanza. Y a Dios le pido que sea cierta.

Además, lo más preocupante del asunto es que el comportamiento primario se aprende en casa, y generalmente es la madre quien va guiando por donde ir. Por lo menos, en Latinoamérica. Entonces, estamos frente a un enorme contingente de hijos de madres que han criado a sus vástagos con patrones machistas, que han aprendido de sus padres que es normal tratarse en la pareja y en el hogar, de forma violenta y agresiva (con gritos, burlas, humillaciones, ataques o golpes), o que no han recibido mayor formación de valores y simplemente han aprendido los comportamientos de su medio social o de la televisión y sus tergiversados valores.

Sí, quizás yo sea exigente. Pero como una amiga me dijo: “Si exigimos, es porque valemos”. Si todas las mujeres nos pusiéramos de acuerdo, y dejáramos de aceptar ser maltratadas y aguantarlo todo: “porque así son los hombres”, “por los hijos”, “porque qué otra nos queda”, “porque nos casamos por la iglesia”, “porque qué van a decir los demás”, “porque no tengo dinero para salir adelante yo sola”, “porque nunca he trabajado y me da miedo”, “porque voy a perder el auto del año y la casa de la playa”, “porque no terminé de estudiar la universidad”, o por miles de excusas más, si de verdad dijéramos “Basta”, los hombres tendrían que cambiar o tendrían que aprender a vivir solos. Y está demostrado que nosotras podemos aguantar más que ellos. Más enfermedades, más dolor, más soledad… Al final, la persistencia y la inteligencia pueden más que la sola fuerza. Y el amor y la intuición logran más que la técnica y la razón. Porque en lo irracional reside la esperanza. Y si algo nos ha mantenido vivos hasta ahora como humanidad, es la esperanza. Namasté.

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