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Sentimientos, reflexiones, historias y opiniones del viaje que es la vida.

marzo 05, 2006

23.02.06 Jirafa de cumple’

De cumplemes de haber escrito, que de cumpleaños hace ya una semana que fue. Mis amig@s, mis verdaderos amigos sí me llamaron sin necesidad de que yo les enviara recordatorios. Y ell@s son los que valen.

He aprendido mucho en estos dos meses casi de residencia. Por ejemplo, cuán necesario es el equilibrio en la vida. Un lugar sólo con mujeres es más difícil que uno en donde hay hombres y mujeres. Es cierto que a veces los hombres tienen unas cosas (tienden a ser sucios y desordenados) y dicen otras que… bueno, ¡Dan ganas de colgarlos! Pero por otro lado, un sitio en donde el 90% de la población es de mujeres, es asfixiante. Y lo siento por las feministas rematadas, pues aunque yo no soy machista, tengo que reconocer que un ambiente lleno de estrógenos se vuelve denso, lleno de intrigas, de besos de “amistad”, sonrisas y abrazos con puñaladas traperas por la espalda, de chismes y de confabulaciones. Y en la residencia, en el hospital en general, ese es el ambiente que predomina. O quizá sea así el típico ambiente hospitalario (independientemente de la relación hombres:mujeres de los residentes) y soy yo quien no tolera esos ambientes neuróticos/paranoides tan comunes en los hospitales.

Hoy ya es 5 de marzo. Casi no tengo tiempo para escribir. Vivo cansada. Muy cansada. Es increíble lo que he aprendido de otras personas y de mí misma en estos dos meses y 1 semana que llevo de residencia. No precisamente en el ámbito académico, allí el aporte de la residencia ha sido exiguo. Es más a nivel humano, que también es muy valioso. He aprendido muchas cosas. Por ejemplo, que no quiero ser residente ni especialista en algo de medicina. Talvez, y sólo talvez porque es lo que más me parece cercano a mí, en psiquiatría. Pero no, no es mi rollo el de las especialidades médicas. Si yo hubiese sido coherente conmigo misma y hubiese estudiado algo de lo que me gustaba, de lo que me llamaba por dentro desde que me gradué del colegio (psicología, literatura, arquitectura, nutrición), estoy segura que estaría mucho mejor y habría sufrido menos durante todo este tiempo en que he estado haciendo algo que no me gusta... Claro, uno se llega a encariñar con la carrera de tanto estar allí, pero no es lo realmente tuyo. A veces me siento “comprometida” por ser médica. ¿Comprometida con quién? Es un ente amorfo, producto de la culpa judeo-cristiana con resabios de familiares que te presionan para que sigas adelante con tu carrera porque “debes” ser especialista y poner tu clínica privada, del sacrificio que hizo tu madre para que te dedicaras sólo a estudiar después de que tu padre fue asesinado, de la sociedad que espera resultados tuyos en el área de servicio a los más pobres… De todo eso junto. Y de la maldita competencia con los demás que me ha acompañado toda la vida, por no quedarme atrás, por ser mejor que, por ganarle a… Tonterías.

Llega un momento en que una se colma. Es esa sensación de sentirme "fuera de lugar", como el "no pertenece" de un conjunto. Estoy cansada de sentirme así durante tanto, tanto tiempo. Talvez el cansancio que siento es no sólo el cansancio físico y mental por la carga de trabajo (me ha tocado ver 40 pacientes en 6 horas y la relación con mis compañeras es distante y mala), sino el cansancio de saber que no estoy en lo mío. Estoy con gente intrigante, falsa, que piensa y cree de corazón que la única forma de que este país salga adelante es “matando a todo ese indial” (población indígena, que es mayoritaria en el país), que piensa que “todos los italianos son gente guapísima y muy elegante” (por qué no se largan a Italia, entonces?), o que en Europa sí hay cultura y toda la gente es culta y aquí no (no tienen ni la más peregrina idea de lo que significa la palabra “cultura”), que consideran necesaria hacer una limpieza social matando a todos los chicos pandilleros en masa, cuyos referentes culturales son los programas tipo “Big Brother” y otros programas (de los que hay abundantemente en todos los países) en los que se dedican a hablar de los artistas y cantantes de moda y sus chismes…

Me abruma escucharlas. Allí yo me mantengo en silencio. No hablo casi nada. Ya me han gritado (mi jefe de grupo de turno) por estupideces, me viven alegando, la jefe de residentes hace cosas para fastidiarnos a las R-1… ¡¡Lo típico de una residencia!! Pero lo peor es lo que piensan (que es al final, lo que son: mujeres de clase media, racistas e ignorantes). Yo no las puedo cambiar. Alegarles, intentar explicarles que lo que ellas dicen no es correcto desde ningún punto de vista (ni desde su cristianismo católico o evangélico que se regocijan en declarar), pelearme con ellas, cualquier intento de diálogo me parece futil. No creo que ellas comprendan. No están dispuestas. Sería perder tiempo y saliva. Pero es muy desagradable escucharlas. En serio, estoy practicando la tolerancia con ellas. Y he descubierto que no soy muy tolerante ante la ignorancia, la maldad y el fanatismo. La única razón para ser discriminatoria con otro ser humano es la ignorancia: no conocerlo, no darse cuenta de que es como nosotros, aunque diferente por sus circunstancias, no conocer su historia ni su medio social. Estoy enferma por tercera vez en el año. Mi sistema inmune, bajo de por sí, está alegándome. Y eso que no he rotado por ningún servicio, que en la Admisión (clasificación) en donde estoy ahora, casi no veo pacientes con infecciones, gracias a Dios.

Quiero tomarme mi tiempo durante estos primeros seis meses del año para decidir tranquila, sin presiones, sin culpas ni competencias, para decidir de una vez por todas por mí misma qué voy a hacer, hacia qué rumbo encaminaré mi profesión y mi vida. Ya sé que no es nada determinante, que siempre podemos detenernos y cambiar de dirección. Cuesta mucho pararse y decir “Hasta aquí” para empezar de nuevo. Uno se acomoda, es bien fácil acomodarse y acostumbrarse. El hombre, decía Sócrates, es un animal de costumbres. Además, lo desconocido siempre atemoriza un poco. Pero ya me cansé de vivir sintiéndome fuera de lugar. Estoy consciente de que el ser médica es algo que ya llevo grabado en la piel y el corazón, no reniego de ello. Lo que he de pensar es cómo voy a utilizar ese conocimiento, hacia qué dirección me encaminaré. Simplemente eso. Que sea la dirección que diga mi corazón y que sea un camino con corazón. El que estoy haciendo ahora, aunque estoy consciente de que sí, tiene su valor: pobres pacientes, necesitan una palmadita, alguien que los escuche, que sea amable y requiere de mucha humanidad, no es el mío. Trabajar con personas discapacitadas no es mi fuerte. Me duele verlas, quisiera que no estuvieran en las circunstancias en que están, voy a tenerlas siempre presentes y quiero que sean mejor atendidas, pero no es lo mío.

Recuerdo, cuando era pequeña (hablo de 6, 7, 8, 9, 10 años), me encantaba jugar de maestra. De diseñadora de ropa para mis barbis (ya sé que es Barbie!). De escultora de figuras de barro (que terminaban rompiéndose porque no amasaba bien el lodo ni horneaba mis vasijas). Y de lectora infatigable de todo tipo de libros, que cambiaba los finales a los libros y fantaseaba con otros mundos… Empecé mi primer cuento cuando tenía 12 años. ¿Cómo fui a parar a Medicina? Por no escuchar mi corazón. Por hacer lo que los demás decían que era correcto, por demostrarle algo a alguien, a mi papá, específicamente. Y por competir. ¿Cómo yo, siendo tan “pilas” (inteligente) iba a estudiar algo tan sencillo como literatura, psicología, antropología? Ah! También influyó negativamente el pensar en el dinero (en una profesión que fuera rentable) y mucho mucho, la baja autoestima: no me sentía capaz de Arquitectura ni Nutrición, por toda la matemática que llevan, pues la Mate’ nunca fue mi fuerte, me costaba y me desagradaba. Lástima que no me la enseñaron como se la están enseñando a mi primita Flor, para lo que es: para pensar.

Es evidente que yo misma tengo la respuesta. Pero no la veo. Es increíble, pero no la veo. El miedo y todo lo que ya enumeré antes no me ha permitido verla durante todo este tiempo. No puedo seguir permitiendo que eso suceda. Como diría Pablo Milanés, “El tiempo pasa…” y aunque no hay límites para aprender, pues en cuanto antes se empiece seguir el camino del corazón, mejor.

Siempre he pensado que si uno hace lo que el corazón dice, lo que la intuición le dice a uno que haga, todo lo demás viene por añadidura. Éxito monetario y reconocimiento incluidos. Y bueno, aunque el éxito no llegue en vida, siempre se vivirá con la satisfacción de saber que se está haciendo la labor por la que una está aquí. “No hay mayor locura que no ser lo que se es con la mayor plenitud posible”, decía una tarjetita de punto de lectura que me acompañó durante toda mi carrera –para atormentarme-. Mi amiga Greta decía que ese pensamiento es de la Madre María Eugenia, una de las fundadoras de la orden de monjas que dirigían el colegio en donde ella estudió. Si Mozart, Da Vinci, Beethoveen, Bach, Verdi, Lennon, McCartney, Verne, Asturias, Rilke, no hubiesen seguido el camino que su corazón les indicó, ¡Cuánto habríamos perdido todos! Una no sabe hasta donde puede llegar. Sólo es cuestión de callarse y callar esas voces externas para escuchar al corazón, de volver a visualizar los sueños, de creer en ellos y no tener miedo. O actuar a pesar del miedo. Porque total, el miedo es muy humano.

A estas alturas de mi vida estoy convencida de que lo mejor que se puede heredar a los hijos es: amor, una sólida formación académica y en valores humanos, el conocimiento de lo Divino, sensibilidad ante el arte y la naturaleza, una autoestima saludable, y apoyo para que realicen sus dones y den lo mejor de sí. Y consciencia de que la vida es dura, pero muy bella y se puede ser feliz con lo que hay. Eso. Si Dios me da la oportunidad de ser mamá, eso sería lo que me gustaría heredarles a mis hijos.

También he aprendido a estas alturas que hay que ser capaz de reconocer los errores sin armar dramas, evaluarlos, aprender de ellos y tomar decisiones. También he aprendido que es necesario aprender a adaptarse en los diferentes ambientes en los que nos toca desenvolvernos, sin perder nuestra esencia ni nuestra integridad ni unicidad, y aprender. Siempre se puede aprender: del lugar, de las personas que nos rodean, de las circunstancias.

Y cambiando de tema, recién leí un informe de National Geographic acerca del amor. De la bioquímica del amor que nos disminuye la serotonina (eso explicaría porqué enamorarse y deprimirse tiene resultados nefastos: seguro y la serotonina anda casi en cero!!), aumenta la dopamina y la oxitocina. Yo quiero volver a vivir esa explosión descontrolada de neurotransmisores que más se parece a una enfermedad mental con quien será mi amigo y amante, el padre de mis hijos. Y trabajar día a día para seguir cultivándolo (el amor), logrando así que las descargas de oxitocina permanezcan altas a lo largo de nuestras vidas y poder llegar de esta forma al tan escaso, añorado y publicitado “happy together” muchos años después de que los hijos (éxito del ente biológico al ser herederos del ADN propio) han volado del nido. Sí, suena técnico, feo para alguna de mis amigas, pero prefiero esas verdades técnicas/científicas que son más reales y tienen mayor posibilidad de concretarse, a los cuentos de hadas y empalagosas palabras románticas basadas en momentos fugaces de pasión. En el informe también hablan acerca de que el orgasmo femenino puede ser un indicador de que ese hombre puede ser un buen candidato para vivir con él: un hombre que no es capaz de provocarnos orgasmos (por brusquedad, egoísmo o por ser soso) podría ser mal compañero. Y también menciona la importancia del olfato para las mujeres: el olor que nos atrae podría ser indicador de que ese hombre tiene una carga genética muy diferente a la nuestra y así, los hijos heredarían lo mejor de cada uno. Así que me seguiré guiando por mi nariz!! Y observando a ver si son buenos amantes, si les gusta cocinar o bailar, es buena señal.

Primero Dios ésta será mi próxima canción para ser dedicada al chico que algún día llegará a mi vida. Ya nada de canciones con despedidas ni tristezas en la letra, ¡no señor! ¡¡Ya aprendí!! Dicen que las vías ferroviarias entre Italia y Austria, en los Alpes, fueron construidas mucho antes de que el tren iniciara su viaje por el norte de esos países. Porque tenían fe de que llegaría. Y llegó. Así que tengo canciones, poemas y un arca para cuando llegue el momento. A pesar de dudas, recuerdos tristes y de las circunstancias, tengo fe. Namaste.
Primero Dios ésta será mi próxima canción para ser dedicada al chico que algún día llegará a mi vida. Ya nada de canciones con despedidas ni tristezas en la letra, ¡no señor! ¡¡Ya aprendí!! Dicen que las vías ferroviarias entre Italia y Austria, en los Alpes, fueron construidas mucho antes de que el tren iniciara su viaje por el norte de esos países. Porque tenían fe de que llegaría. Y llegó. Así que tengo canciones, poemas y un arca para cuando llegue el momento. A pesar de dudas, recuerdos tristes y de las circunstancias, tengo fe. Namaste.


PARA TU AMOR (Juanes)
Para tu amor lo tengo todo
desde mi sangre hasta la esencia de mi ser
y para tu amor que es mi tesoro
tengo mi vida toda entera a tus pies
y tengo también, un corazón
que se muere por dar amor
que no conoce el fin, un corazón,
que late por vos.

Para tu amor no hay despedidas
para tu amor yo solo tengo eternidad,
y, para tu amor que me ilumina
tengo una luna, un arco iris y un clavel
y tengo también, un corazón
que se muere por dar amor
que no conoce el fin, un corazón,
que late por vos.

Por eso yo te quiero,
tanto que no se como explicar lo que siento
yo te quiero, porque tu dolor es mi dolor
y no hay dudas, yo te quiero
con el alma y con el corazón
te venero hoy y siempre
gracias yo te doy a ti mi amor
-por existir- .

Para tu amor lo tengo todo
lo tengo todo y lo que no tengo también
lo conseguiré, para tu amor que es mi tesoro
tengo mi vida toda entera a tus pies
y tengo también, un corazón
que se muere por dar amor
que no conoce el fin, un corazón,
que late por vos.

Por eso yo te quiero,
tanto que no se como explicar lo que siento
yo te quiero, porque tu dolor es mi dolor
y no hay dudas yo te quiero
con el alma y con el corazón
te venero hoy y siempre
gracias yo te doy a ti mi amor.


POSTDATA: En el sitio de la APA (American Psychological Association) encontré dos artículos muy interesantes: Uno acerca de cómo aprender a hacer limonadas cuando sólo hay limones: de cómo los eventos adversos pueden ayudar a afrontar posteriormente otros eventos que impliquen altos niveles de estrés. El otro artículo es este: la explicación a la proliferación de blogs por todo el mundo, en todos los idiomas. En mi caso hace tiempo que he aceptado que escribir para mí es una forma de catarsis. Pero no tenía estudios que confirmaran sus beneficios y callaran la boca de cuantos piensan que es una pérdida de tiempo… Confieso que no sé qué tan confiables son las fuentes. Tampoco se explica la metodología del estudio, por lo que hay que ser cautelosa con sus conclusiones. Sin embargo, he aquí:

http://www.psychologymatters.org/pennebaker.html

Open Up! Writing About Trauma Reduces Stress, Aids Immunity
Writing about difficult, even traumatic, experiences appears to be good for health on several levels – raising immunity and other health measures and improving life functioning.

Findings
Deep disclosure improves mood, objective and subjective health, and the ability to function well. Classic studies by psychologist James W. Pennebaker, PhD and his colleagues have proved the health value of personal disclosure. In a classic 1988 study by Pennebaker, Kiecolt-Glaser and Glaser, 50 healthy undergraduates were assigned to write about either traumatic experiences or superficial topics for four days in a row. Six weeks after the writing sessions, students in the trauma group reported more positive moods and fewer illnesses than those writing about everyday experiences. Furthermore, improved measures of cellular immune-system function and fewer visits to the student health center for those writing about painful experiences suggested that confronting traumatic experiences was physically beneficial.
Pennebaker followed up in other settings. At the Dallas Memorial Center for Holocaust Studies, he and his colleagues videotaped interviews with more than 60 Holocaust survivors while taking their physiological measurements. Later, they classified each survivor, based on the interview, as a low, midlevel or high “discloser.” High and midlevel disclosers were significantly healthier a year after the interviews than the low disclosers.

A joint 1994 study by psychologists and outplacement firm Drake Beam Morin followed 63 professionals who had been laid off from their jobs for eight months after they were assigned to one of three writing conditions. In the experimental condition, participants were instructed to write about their deepest thoughts and feelings about the layoff and about how their lives, personal and professional, had been affected. In the control condition, participants were told to write about their plans for the day and their job search activities. In the no-writing condition, participants were given no particular writing instruction. After five consecutive days of 30-minute writing sessions, researchers started tracking employment status. Participants who wrote about losing their jobs were much more likely to find new ones in the months following the study.

Extending the research to medical patients, in 1999, Joshua Smyth and Arthur Stone and colleagues at SUNY at Stony Brook assigned patients with asthma and rheumatoid arthritis either to write about the most stressful event of their lives or to write about a neutral topic. Four months later, asthma patients in the experimental group showed improvements in lung function and arthritis patients in the experimental group showed a reduction in disease severity. In all, 47 percent of the patients who disclosed stressful events showed clinically relevant improvement, whereas only 24 percent of the control group exhibited such improvement.

Significance
Findings like these underscore that writing is an easy, inexpensive, independent and relatively universal way for people can resist the mental and physical ravages of stress and disease. Research findings that disclosure aids hiring and even improves grade-point average highlight the practical value of disclosure in some form.

Practical Application
Anyone who has benefited from keeping a diary or a journal can further justify the time and effort, secure in the knowledge that disclosing innermost thoughts and feelings – even or especially about bad experiences -- is good for health. Therapists increasingly encourage patients to undertake writing exercises outside of the clinical setting. Meanwhile, bookstores do a brisk business in selling blank journals and there are books and even a magazine that guide people through the process.

Cited Research
Pennebaker, J.W. (1997). Opening Up: The Healing Power of Expressing Emotion. New York: Guilford Press.
Pennebaker, J. W., Kiecolt-Glaser, J. K., & Glaser, R. (1988). Disclosure of traumas and immune function: Health implications for psychotherapy. Journal of Consulting and Clinical Psychology, Vol. 56, pp. 239-245.
Smyth, J. M., Stone, A. A., Hurewitz, A., & Kaell, A. (1999). Effects of writing about stressful experiences on symptom reduction in patients with asthma or rheumatoid arthritis. Journal of the American Medical Association, Vol. 281, pp. 1304-9.
Spera, S. P., Buhrfeind, E. D. & J.W. Pennebaker, (1994). Expressive writing and coping with job loss. Academy of Management Journal, Vol. 37, pp. 722-733.

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