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Sentimientos, reflexiones, historias y opiniones del viaje que es la vida.

enero 19, 2006

Quizás la esperanza... 

19.01.06 Quizás mañana, Jirafa… Quizás mañana…

Hoy no me siento particularmente feliz. Quizás porque no he ido a caminar. Quizás porque estoy haciendo algo a lo que no le encuentro pies ni cabeza, y que no me apasiona. Sólo por hacer una especialidad, porque es necesario. Ya me di cuenta de ello. Porque de algo tengo que vivir. Y eso de ser médico general no me va. Quizás en el camino le encuentre algún sentido. Espero que sí, por mi propio bien. Quizás porque lo que más me angustia es estar consciente de que estando en una especialidad, con una rutina casa-hospital-casa, siendo realista lo más probable es que me quedaré sola. Y cierto, la soledad tiene sus ventajas. Pero no es fácil. No es fácil cuando mi sueño de toda la vida fue formar una familia con mi “alma gemela”, si tal cosa existe.

Quizás debería dejar de pensar en lo que no tengo y concentrarme en lo que tengo, esto es: ponerme a estudiar y punto. O quizás debería ser realista y dejar de pensar que existen las “almas gemelas”… Aunque con mis amigos el Ale y la Meredith parece que sí fue cierto… Algunas personas tienen mucha suerte. Yo digo que si una hace lo que ama, lo demás viene por añadidura. El mayor problema es que hasta el momento, salvo cuando escribo, y dando clases en la Facultad, no he sentido que estoy haciendo algo que amo hacer. Sin embargo, no sé por qué, algo dentro de mí me dice que estoy en el camino. No entiendo bien para qué o hacia donde, pero fue por esa voz interior que estoy donde estoy. De lo contrario, no me habría animado a entrar de nuevo al hospital, hacer turnos y todo el rollo. Espero ir encontrando las respuestas en el camino. No es fácil una residencia, eso es un hecho. Esperemos que mañana, que será otro nuevo día, las cosas vayan mejor. Dios reparta suerte. Y como dice un amigo, “la esperanza es lo penúltimo que se pierde”. Voy a conservarla. Namaste.

enero 18, 2006

Instantes 


17.01.06 Jirafa instantánea

Estoy muy feliz. Hoy, después de dos meses, he vuelto a hacer algo de actividad física. Ya pude caminar media hora sin dolor. Estoy mejor. Aunque sé que la lesión en mi rodilla está allí y tengo que cuidarme siempre. ¿Cómo? Manteniendo un peso saludable, haciendo ejercicio que no ponga en tensión la rodilla y evitando hacer movimientos inadecuados o esfuerzos innecesarios (cargar cosas pesadas, por ejemplo). Aún no iré al gimnasio. El ortopedista me dijo que hasta marzo o abril y yo seré obediente.

Mientras re-emprendía mis caminatas, observé el atardecer. Salí a las 17:45 hrs y a las 18:20 ya el sol se había puesto. Durante ese tiempo pude apreciar con alegría cómo las nubes se iban tiñendo de diferentes colores: rosa, naranja, malva, lila, morado… Fue un hermoso espectáculo. Estuve muy feliz. Me encanta ver el cielo, de día y de noche. Cuando estaba por entrar a casa, pude ver un lucero, como le dice aquí la gente del campo a las estrellas. Una estrella grande, azul-verde, titilante. Muy brillante. Muy bella.

Era la misma estrella que me acompañó durante mis noches de adolescente y escuchaba mis plegarias al Cielo, a la Luna, a Dios. Siempre he sido un poco panteísta. ¿Qué pedía? Pues pedía por mi “alma gemela”, dondequiera que estuviera; para que nos encontráramos y viviéramos juntos en esta vida… Lo pedía tanto, tan fervorosamente, tan inocentemente –más que adolescente y luego adulta joven, yo fui una niña grande hasta los 30 años…-, que toda mi fe me decía que mis plegarias serían escuchadas y realizadas.

Me encantaría poder volver a creer de esa forma. Volver a tener esa fe. Sin embargo la vida se ha encargado de despertarme a la realidad. Una realidad en la cual invocar a Dios no deja de ser más un ejercicio de autoconsuelo y de fe en uno mismo, de desear lo bueno a los otros, de optimismo. Yo sí creo en Dios. Fuerza, Orígen, Energía que inicia, provoca y mantiene la vida. Es subyacente a todo lo que existe. Y nos da los medios suficientes y necesarios para vivir, para aprender, para soñar y realizar nuestros sueños. Además, es el pasado, el presente y el futuro, por lo que sabe lo que sucederá. Y es amor, vida y paz. Pero de allí a que escuche las oraciones y cual genio de la lámpara realice nuestros deseos –por vehementes o vitales que estos sean-, hay mucha diferencia. Lo que ha de suceder, sucederá y punto, independientemente de nuestros deseos o de nuestros gustos. O de nuestras luchas. Al fin he aceptado esa realidad, y aunque es duro, se sufre menos. Es mejor aceptar la realidad y los hechos tal cual son y no como nos gustaría que fueran.

Sin embargo, pensar de esa forma nos aleja de la capacidad de cambio y de reforma. Pues ¿para qué soñar o intentar modificar la situación actual –aunque esta sea muy mala-, si de todas formas ya todo está escrito y la realidad es lo que es? No, tampoco se trata de eso. Aunque es difícil conservar la capacidad de soñar en este mundo. Yo, la verdad, la he ido perdiendo. Quizás porque no he tenido la fuerza, la perseverancia, el valor de realizar mis sueños… Entonces, prefiero no soñar. Quizás el problema haya sido dejar mis sueños sólo como sueños, no llevarlos a planes, proyectos y hechos concretos. ¡¡Mágicamente tampoco se realizan las cosas!! No recuerdo quien escribió esto: “El genio es 15% de inspiración y 99% de transpiración”. O sea, no le he echado ganas a mis sueños, no trabajé por ellos. De eso estoy muy consciente. Y quizá por eso me daba tanta cólera y tanta tristeza.

Debería darme la oportunidad de volver a soñar, para –ahora sí- trabajar por mis sueños… ¡¡Me la voy a dar!!
¡¡Me la merezco!!
Y quizás ahora, ya estando consciente de que no era suficiente sólo soñar, pensar y desear las cosas para que éstas se realizaran o tuvieran buen fin, pueda realizar los nuevos sueños que sueñe. Si Dios quiere.
Porque al final, es lo que Dios quiera que suceda. Y hay cosas que ya no dependen sólo de mí, como formar un hogar, por ejemplo. Se necesitan dos personas. La chispa adecuada, el momento, el lugar… muchas cosas.

A ver, es complicado eso: tenemos libre albedrío, pero si Dios como Destino tiene planificado otro rumbo, por más que agarre camino hacia el este, voy a terminar anclando en el oeste, por dar un ejemplo.
¿Y eso, con qué fin? Popularmente, en teología popular, se maneja la versión de que si algo sucede (o no sucede) fue porque Dios quería que sucediera (o no sucediera) y ha sido por nuestro bien, para que aprendamos, crezcamos, nos pongamos a prueba… O para librarnos de un mal mayor. Quizás son sólo formas de autoconsuelo. O de darle una explicación comprensible y aceptable a algo inaceptable. Quizás sea que la vida es simplemente así. Pero en lo particular, me gusta más esa explicación de teología popular. Es más esperanzadora. Cuesta más aceptar los hechos “sólo porque sí”, porque así son y punto. ¿Qué le voy a hacer? En el fondo, sigo siendo romántica.

Hoy mientras miraba al cielo cambiar de color y de brillo de un instante a otro, pensé que a pesar de que he “perdido” 4 años de mi vida (de haber hecho las cosas en el tiempo que eran, de no haberme ido a España antes de entrar a la Residencia o no haber vagado por la universidad antes de entrar a Medicina), me habría graduado como especialista a los 29 años; casi a los 30. O sea, hace 3-4 años. No habría conocido a quienes son mis amigos. Tendría otros amigos. Seguro nunca hubiera escrito a aquel sitio de “Mixmail” (o era de Terra?) y no habría conocido al sonsito del JP ni a toda su gente. No habrían pasado tantas cosas, y habrían pasado otras tantas…

Depende de cómo se vea, 3, 4 años son poco tiempo. Desde el punto de vista de mi sobrinito, es mucho: es toda su vida desde que nació. Desde el tiempo de la humanidad, es nada en relación a los miles de años que llevamos “civilizándonos” (al parecer, aún no lo logramos) en este planetita. Es relativo lo poco o mucho que ese lapso de tiempo puede ser. No me sirve de nada lamentarme por la leche derramada. Ni hacer conjeturas de lo que pudo haber sido y no fue. No lo tengo. Tampoco tengo lo que sucederá. Lo único que tengo, es el aquí y el ahora.

Y en el aquí y el ahora de mi caminata de hoy, fui muy feliz. Soy feliz con cosas muy simples: un buen libro, un buen vino, una puesta de sol, una montaña, un amanecer, bailar, una comida de sabor delicioso, cocinar, contemplar una obra de arte que me diga algo por dentro, un río, un lago, el mar…

El sábado pasado, mientras esperaba que me llegaran a recibir el turno, fui muy feliz bailando una canción viejita. También soy muy feliz para Navidad y Año Nuevo, cuando veo los fuegos pirotécnicos. O cuando preparo comidas especiales. O cuando veo a mi perris dormidito. O cuando veo a mi sobrinito sonriendo o haciendo una broma y me doy cuenta de cómo aprende y de cómo ha crecido –intelectualmente- en estos tres años y medio. Hay muchas pequeñas cosas que me hacen feliz.

La caminata me hizo pensar también en mi residencia. Es una residencia a simple vista, fácil. Pero ya estando adentro, se da cuenta una de que hay que saber mucho para poder determinar cómo rehabilitar a un paciente. Y sobre todo, hay que ser muy sensible y no dejarse afectar (tanto, al menos). Me alegra estar trabajando con personas que nadie quiere, que los demás médicos (internistas, cirujanos, ortopedistas, pediatras), se tratan de “sacudir” lo más pronto posible. De los que nadie quiere, a veces, ni sus familias. Dios me está dando la oportunidad de dar amor. Y al final, lo que importa es cuánto amamos. Me duele (porque sí, es duro) ver a los pacientes en proceso de duelo, de no aceptar su nueva condición de vida. Y es que, ha de ser muy difícil darse cuenta de que no se volverá a caminar, o de que sólo somos una cabeza pues del cuello para abajo vemos un bulto que respira, pero que no nos dice nada, que no siente, que no se mueve, pero que nos ata a una cama… Lo único que podemos hacer es darles nuestro apoyo, nuestros cuidados médicos y, sobre todo, nuestro cariño. Nada más. Se necesita fortaleza, amor, paciencia y mucha sabiduría para trabajar con los pacientes, y más aún, con este tipo de pacientes. Dios me ayude a desarrollarlas.

De nuevo durante la caminata, me di cuenta de que cuando vivo en el momento presente, en el instante de aquí y ahora, no hay dolor por lo que pasó, por lo que no pudo ser, por quienes se han ido o angustia por lo que no ha sido, por lo que será, por la extrapolación de la realidad hacia el futuro… Simplemente paz y alegría. Los pequeños momentos hacen la vida… Ojala pueda estar consciente de ello la mayor parte del tiempo o todo el tiempo… Siento que los animales por eso son tan felices y pacíficos: porque hacen lo que hacen, lo disfrutan y no se preocupan por lo que sucedió ni por lo que sucederá. La vida está hecha de instantes. Eso es un hecho. Namaste.


La definición de los fenómenos científicos debería estar fundada en los fenómenos tal como los percibimos. No tiene sentido basar nuestra definición sobre nuestras ideas acerca de lo que los fenómenos deberían ser. La búsqueda de tales piedras de toque parece derivar de la convicción personal de que leyes simples y distingos absolutos necesariamente subyacen a toda serie relacionada de fenómenos.
C.F.A. PANTIN, The relations between the Sciences

De acuerdo a nuestra época y nuestra experiencia, representamos el mundo natural y el mundo humano mediante un gran conjunto de imágenes. A este conjunto de imágenes le aplicamos, como una plantilla, un sistema de hipótesis que nos parece coherente. La dificultad en el progreso científico surge cuando alguna nueva experiencia nos obliga a reordenar el patrón de nuestras imágenes.
C.F.A. PANTIN, The Relation between the Sciences

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